El gigante del sur asiático pasa a ser también la cuarta nación en aterrizar en nuestro satélite
La India aspira a convertirse en el cuarto país en llegar a la Luna
Lenta pero segura. La sonda Chandrayaan-3 ha conseguido aterrizar en la Luna. Y no en cualquier sitio: en el cotizado polo sur, donde ninguna otra nación ha conseguido aún posar su tecnología, pese a que ese lugar es ahora uno de los más valiosos en la exploración espacial. Además lo logra después del fracaso de Rusia tan solo tres días antes y con una nave ‘low cost’, demostrando que el espacio puede ser también un lugar para países más modestos.
El viaje, que ha durado más de un mes, ha ido en todo momento según lo esperado. Eso a pesar de que Rusia se sumaba más tarde a la carrera por conquistar el polo sur lunar (su nave, Luna-24, despegaba hace tan solo dos semanas) e incluso la superaba por el camino. Pero tras estrellarse el pasado domingo, la oportunidad histórica pasaba de nuevo a manos de India, que ha aprovechado la ocasión. En las caras de la atestada sala de control de la Organización India de Investigación Espacial (ISRO, por sus siglas en inglés) se reflejaba la tensión que se relajaba con cada mensaje que señalaba que se había superado alguna de las etapas críticas del final.
En la retina de muchos de ellos aún brillaba el intento fallido de Chandrayaan-2, con la que se perdió la comunicación durante los temidos ’15 minutos de terror’. Sin embargo, de aquello aprendieron bastante y para esta nueva misión se implementaron «grandes cambios», según sus responsables. Concretamente, los algoritmos a bordo de la sonda que calcularon la velocidad de la nave en tiempo real durante el descenso fueron reelaborados para permitir «más libertad para desviarse» del protocolo establecido, «pero aun así realizar el aterrizaje», explicó para Space.com Anil Bhardwaj, director del Laboratorio de Investigación Física (PRL) en India, responsable de algunos de los instrumentos a bordo del Chandrayaan-3. También fijaron una zona de aterrizaje más amplia, unos soportes para el alunizaje más robustos y motores dinámicos que ajustaron la velocidad de la nave en el momento crítico del descenso.
Los 15 minutos de terror tienen cuatro fases: la primera, de frenado brusco, donde la nave pasa de 6.000 kilómetros por hora a casi cero; después, la fase de mantenimiento de altitud, que tuvo lugar a unos siete kilómetros sobre la superficie lunar; tras ella llegó la fase de ruptura final, con un desplazamiento horizontal hasta posicionarse en el punto de aterrizaje; y, finalmente, el descenso terminal, la etapa final donde el módulo aterrió.
Y donde Chandrayaan-2 fracasó, Chandrayaan-3 tuvo éxito. En ese momento, la sala de control se puso en pie, lanzando vítores, aplausos y abrazos. El primer ministro indio, Narendra Modi, siguió en directo de forma telemática el evento desde la cumbre diplomática de los BRICS en Sudáfrica y una pantalla le enfocó durante la última media hora de maniobras. El semblante serio se tornó en una sonrisa y, finalmente, en aplausos cuando se confirmó la gesta espacial. Después, para celebrarlo, sacó una pequeña bandera de India que ondeaba frente a la cámara, justo antes de arengar y felicitar al equipo de ISRO.
«Este es un grito de victoria de la nueva India», señalaba Modi en el discurso, si bien luego puntualizaba que se trataba de «un éxito que pertenece a toda la Humanidad». Sreedhara Somanath, responsable de ISRO, añadía por su parte: «Esta es la recompensa para todas esas personas que han trabajado, comido y dormido en estas instalaciones durante los últimos cuatro años construyendo Chandrayaan-3. Y esto es solo el principio». Noticia Relacionada
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Pablo M. Díez
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Dentro de Chandrayaan-3 han viajado el módulo de aterrizaje Vikram, que quiere decir ‘valor’ en sánscrito; y un pequeño rover impulsado por energía solar, el Pragyan, que en el mismo idioma significa ‘sabiduría’. El primero se diseñó solo para probar que India poseía la tecnología para llevar a cabo un alunizaje suave en un lugar tan accidentado como el polo sur lunar. El segundo se construyó pensando en una misión de tan solo 14 días con la que demostrar que el país está preparado también para explorar, al menos de forma robótica, otros mundos. Ahora es su turno y se pondrá en marcha, si todo sigue el plan establecido, en unas horas.
El codiciado polo sur lunar
El objetivo, el polo sur lunar, es la nueva ‘tierra prometida’: los científicos creen que allí hay abundantes reservas de agua en forma de hielo (varios estudios lo corroboran, pero nadie ni nada ha estado físicamente allí para comprobarlo), lo que sería de gran ayuda para próximos asentamientos humanos. De hecho, es el lugar en el que tanto EE.UU. como China han fijado su mirada para llevar allí las próximas misiones tripuladas, que veremos, si se cumplen los tiempos, a partir de 2025.
Si existe hielo en cantidades suficientes, podría ser una fuente de agua potable para la exploración lunar y ayudaría a enfriar los equipos, además de que podría descomponerse para producir hidrógeno como combustible y oxígeno para respirar, apoyando misiones a Marte o minería lunar.
Pero allí no solo hay agua: en el polo sur hay mucha información sobre el manto de la Luna, que guarda secretos de la formación planetaria. Y también hay depósitos de titanio y aluminio, así como de metales preciosos y gemas semipreciosas -entre otros materiales-, que podrían explotarse para ser usados tanto allí como aquí, en la Tierra. Además, nuestro satélite es un campo de pruebas perfecto de cara al siguiente horizonte humano a conquistar: Marte.
Un programa ‘low cost’
India dispone de un programa espacial de bajo coste en comparación con otras potencias. Como dato: el presupuesto de Chandrayaan-3 es de unos 75 millones de dólares, muy por debajo de los 4.000 millones que cuesta cada misión Artemis de la NASA (aunque más cerca de los 100 millones que invirtió Rusia en la malograda Luna-25). Sin embargo, esto no ha sido impedimento para que en 2008 consiguieran poner un orbitador alrededor de nuestro satélite (la misión Chandrayaan-1, que confirmó la presencia de hielo en el polo sur) y después otro en Marte (convirtiéndose en 2014 en la primera nación asiática en conseguirlo).
Las claves del éxito -que la propia India no desmiente- son copiar y ahorrar: adaptan tecnología espacial ya existente y aprovechan los bajos sueldos que pagan a sus ingenieros y científicos que, no obstante, están altamente capacitados. Están tan seguros de su programa que ya planean para dentro de dos años su primera misión tripulada a la órbita terrestre y misiones robóticas a la órbita de Venus. Y sus ambiciones no terminan ahí: quieren llevar al primer astronauta indio a la Luna dentro de 25 o 30 años.
Sus anhelos y esperanzas finalmente se cumplían este miércoles, alzando a India al selecto grupo de países formado por EE.UU., Rusia y China que han conseguido alunizar con éxito y que encabezan la nueva carrera hacia la Luna. Una nueva era espacial en la que los más humildes también quieren su trozo de pastel.
FUENTES: ABC.ES
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