En el espacio Misterios Conquenses que coordinan Sheila Gutiérrez y Miguel Linares, y que emitimos los martes en Hoy por Hoy Cuenca, nos desplazamos esta vez a un lugar con mucha historia, Talavera de la Reina (Toledo) para buscar similitudes con la cuidad de Cuenca y con historias de brujas que ya contamos relacionadas con esta ciudad y provincia. ¿Sabían de la existencia de unas brujas que eran visitadas para encontrar el amor, saber el futuro o incluso hablar con los muertos? ¿Existe más de un pozo de Airón? ¿Una puerta al inframundo? ¿Conocen la historia de la bruja Elvira? ¿Cómo eran los rituales de Catalina Sánchez? ¿Cuál fue su castigo?
En Talavera nos podemos encontrar historias y leyendas que nos hablan de mujeres que practicaban la brujería, la magia negra y que echaban el mal de ojo. Se creía que las brujas habían hecho un pacto con el diablo, pero ¿cómo podían contactar con el Maligno? Pues creemos que no sólo sería a través de algún ritual e invocación, ya que en Talavera también se hablaba de la existencia de una puerta al inframundo, un lugar que te dirigía hasta el corazón del mismísimo infierno.
¿Os suena la historia de La Almarcha y el pozo Airón? Pues en Talavera también creían que en su ciudad tenían un pozo que sólo se abría en determinados momentos del año, tras un ritual dedicado al dios indígena del subsuelo, de las aguas subterráneas, a quienes los romanos le rendían culto y que era el enlace entre lo terrenal y el inframundo.
Gracias al arqueólogo César Pacheco Jiménez nos encontramos con la ubicación exacta del pozo, el cual se encontraría en pleno casco urbano, en la plaza de la Villa o del Mercado, actualmente en la Plaza del Reloj, utilizado durante el siglo XIX como pozo negro y que, ante las quejas de insalubridad por parte de los vecinos, terminó cegándose.
Así es como creemos que aquellas brujas lograban un contacto más directo con aquel ser oscuro con quien habrían hecho su pacto. Y tras un paseo al anochecer recorriendo callejuelas nos vamos a adentrar en el barrio Puerta de Cuartos. En la antigüedad se levantó un templo en honor al dios Mercurio, donde muy cerca de allí en la Calle del Tinte hace unos quinientos años vivió una mujer de nombre Elvira.
Elvira era una mujer de mediana edad, soltera y sin hijos. Tenía conocimientos sobre botánica y herboristería. Era conocida por calmar los dolores tanto físicos como del alma. Por este motivo era muy visitada por mujeres que buscaban ese alivio.
Un buen día llamó a la puerta de la bruja Elvira como así la conocían, una noble llamada Lucrecia. Su visita se debía a que su marido le estaba siendo infiel. El objetivo de la visita era conseguir que su hombre volviese a sus brazos, recuperar su amor. Su problema tenía una solución, pero no sería fácil, requería un gran sacrificio. Debía conseguir unos ingredientes poco comunes:
Sangre de su propia menstruación, un cabello de la amante del marido, la semilla de su esposo y un gallo que jamás hubiese copulado con ninguna gallina.
Lucrecia tardó seis meses en conseguir todo aquello. La sangre fue lo más fácil de conseguir, el gallo lo hizo apartando a un pollito para que creciese solo, el cabello lo cogió del chaquetón de su infiel marido y lo demás lo vamos a obviar porque no es muy agradable que digamos, pero diremos que lo guardó en un recipiente de barro.
La bruja, o mejor dicho la hechicera, mezcló todo a aquellos ingredientes en una olla de metal con vino, aceites e hizo una mezcla con su propia orina y grasa de cerdo, y tras horas de cocción, mandó que aquella asustada mujer se desnudara, mientras lo hacía degolló al gallo, y con su sangre untó el cuerpo de la noble. Le hizo beber el líquido obtenido de aquella mezcla horrible y la hizo prometer que a las cuatro de la mañana, daría dos vueltas a la Iglesia de San Andrés, dejando su huella con la sangre del animal desangrado. Como podéis imaginar, así lo hizo, pero aquello no funcionó, su marido aún la engañaba y a esto se había sumado la visita a burdeles de la cuidad.
Tras un tiempo Lucrecia enfermó gravemente y una noche en las que las pesadillas eran continuas debido a la fiebre, soñó que corría hacia la hechicera, recriminándola el nefasto resultado, y en ese momento aquella mujer le dijo que lo volviera a intentar, que esta vez sí funcionaría, pero la noble estando frente a ella, en un arrebato de rabia le clavó un punzón en el corazón.
Tras este episodio la mujer que no era amada no volvió a ser la misma, y unos días más tarde, unos caballeros de la Santa Hermandad, la encontraron con un aspecto poco habitual en ella. Desaliñada, sucia y completamente ida, era como si no estuviera allí. Al preguntarla por su estado y si necesitaba algo repetía una y otra vez: “Pese a mis ruegos y rezos nadie me ha escuchado y noche tras noche el mismísimo diablo ha estado copulando conmigo”.
Al escuchar aquello decidieron llevarla a la iglesia donde el párroco le practicó un exorcismo, fue recluida en un convento de monjas para pagar el pecado de haber practicado la brujería. La noble tras aquel ritual quedó en un estado como de letargo, no hablaba, apenas comía y así se mantuvo durante varios años hasta el día que falleció.
Una triste historia, pero el verdadero misterio comienza cuando algunas personas narran que en algunas noches se puede ver correr un gallo alrededor de la iglesia de San Andrés y que si en menos de una semana el que lo ve no se arrepiente de sus pecados, también puede enfermar gravemente como lo hizo Lucrecia, aquella que murió no por brujería sino por amor.
Fuentes: Cadenaser.com
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