noviembre 30, 2024

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Los estragos de la peste en Cuenca en las distintas epidemias del siglo XVII

Esta semana, en la sección ‘Así dicen los documentos’ en Hoy por Hoy Cuenca, con Almudena Serrano, directora del Archivo Histórico Provincial, nos centramos en la mortífera peste que en tantas ocasiones llegó a la península Ibérica, con diversas epidemias, y en concreto con los casos documentados del siglo XVII.

En siglos pasados, las enfermedades infecto-contagiosas tuvieron un papel preponderante en la morbilidad y mortalidad ordinaria hasta finales del siglo XIX. La progresiva disminución de su incidencia en todo el proceso de modernización de la sociedad que iba avanzando se inició con los descubrimientos del científico Pasteur, en el año 1870.

La danza de la muerte fue un movimiento artístico de finales de la Edad Media.
La danza de la muerte fue un movimiento artístico de finales de la Edad Media. / Cadena SER

Hasta bien entrado el siglo XX se reconoció la cuarentena como importantísima ayuda para luchar contra las enfermedades mortales como la peste, el tifus, la viruela, el cólera, la fiebre amarilla y la fiebre recurrente.

Desde la Edad Media, la peste tuvo como consecuencia una mortalidad catastrófica. Tal vez hayan oído hablar de la gran peste del año 1348 que asoló Europa. Pues de ahí en adelante hubo muchos más episodios, acompañados de otras calamidades.

El germen patógeno de la peste fue un bacilo que no se descubrió hasta el año 1894 y el vector del bacilo era una pulga que se adaptó a la rata, convertida en su portador. Y cuando la pulga saltaba al ser humano, éste se encargaba, sin saberlo, de difundirla. Se conocen tres variedades fundamentales de peste: la medievalis, la antiqua y la orientalis.

Episodios de peste

Entre 1591 y 1614 se padeció una grave epidemia. Entre 1630 y 1632, la peste y el hambre trajeron más pérdidas y desde el año 1640, las guerras combinadas con el hambre y la epidemia de peste de 1647-1652 hicieron descender la población castellana que superaba escasamente los 5 millones de habitantes.

Tras los años 1677-1683, cuando el hambre y las adversidades climatológicas la golpearon de nuevo, la población castellana tendió a permanecer estancada. Los castellanos estuvieron mucho tiempo a merced de la enfermedad, la pobreza y las malas cosechas.

La peste en el siglo XVII

En el siglo XVII las epidemias de peste y la hambruna provocadas por las sequías y la escasez de alimentos causaron una gran mortandad. A lo largo de este siglo, toda la población, sin excluir ninguna alcurnia, desde príncipes a campesinos, estaba pendiente de la cosecha.

En esta centuria los grandes enemigos de la sociedad eran la peste, la sequía y la inflación, aunque, sin duda, los golpes más duros los asestó la peste, porque significaban el fin, la muerte.

Uno de aquellos brotes sucedió entre los años 1596 y 1602 que fue devastador para el norte y centro de España, incluyendo Andalucía. El segundo brote fue la gran peste de este siglo, entre los años 1647 y 1652, que azotó fundamentalmente Andalucía y la zona oriental de España.

Y la última de las tres grandes epidemias del XVII ocurrió entre los años 1676 y 1684, penetrando en la península Ibérica desde Cartagena, y desde allí se extendió por toda Andalucía y Valencia. Con la epidemia ocurrida hacia 1649, se ha estimado que España perdió medio millón de personas.

Esta fue la última de las grandes pestes que provocó, según estas estimaciones de los historiadores que han investigado sobre ello, unas 250 mil víctimas. En el conjunto del siglo se calcula que murieron alrededor de 1.250.000 personas.

Como ejemplo, y según los estudios realizados en Andalucía, en el sur de Córdoba murieron el 74’8% de los afectados, donde, además, la peste fue seguida de una epidemia de tifus que se cobró vidas y mucha mano de obra.

Apertura de los comercios en Andalucía tras la epidemia de la peste. / Archivo Histórico Provincial de Cuenca.

La población en el XVII

Según el historiador John Lynch, a finales del siglo XVI, la población de España era, aproximadamente, de 8.485.000 personas. Un siglo después pasó a ser 7 millones. Ese déficit de millón y medio de personas sólo podía ser el resultado de una excepcional concurrencia de adversidades: guerra, hambre y peste.

La virulencia de la enfermedad se vio reforzada por dos condiciones endémicas de la vida española:

Crisis de subsistencias: desnutrición extrema e hicieron descender la resistencia a la infección, y la

Sobrepoblación y el descuido de la higiene que convirtieron las ciudades en un caldo de cultivo de enfermedades.

Los peores golpes de aquel desastre estuvieron reservados a Castilla. La región más vulnerable fue la estéril y árida meseta central, que fue la que tuvo que soportar el millón y medio de déficit: Castilla La Nueva, Castilla La Vieja y Extremadura.

La cuarentena

Un asunto importantísimo en estas epidemias era respetar los cumplimientos de las cuarentenas. Incluso se subieron los impuestos para pagar guardas y patrullas que debían vigilar que se cumpliesen las cuarentenas.

Las sucesivas pestes que atacaron a la población estaban inactivas durante el invierno, resurgiendo en primavera y verano, causando verdadero terror en la población que sabía de estos resurgimientos de la enfermedad.

Contagios de peste en Andalucía. / Archivo Histórico Provincial de Cuenca.

Documentos

Un testimonio, de P. Aristizábal: ‘los tiempos apretados, las cosechas cortas, las obligaciones, muchas. Yo doy lo que puedo y aún más de lo que puedo’. ‘Bien conozco el hidalgo necesitado, el título empeñado, el concejo destruido, la viuda pobre, el tratante arruinado’.

Los testimonios de la época son fundamentales en todos los aspectos, pero cuando hablamos de enfermedades son muy importantes porque nos transmiten sensaciones personales.

La viruela, el tifus, la disentería y otras, aunque el peor enemigo fue la peste, sobre todo, la peste bubónica transmitida por las ratas afectadas como ya dijimos.

Remedios

Además de las cuarentenas de las que hemos hablado antes, en Francia, por ejemplo, el comercio marítimo y fluvial se controlaba con Barcos de Guardia ‘para defensa de la salud’.

En Castilla, durante el siglo XVI, se vendieron píldoras gloriosas para la peste, que también servían para otras enfermedades como la fiebre, humedades y alteraciones del corazón.

Algo más peculiar fue que en la ciudad de Sevilla, un predicador prometió que la ciudad quedaría a salvo de la peste si se cerraban todos los teatros.

Y en el año 1599 hubo quien falleció de la peste a pesar de haber buscado protección ‘en una bolsica con un poco de cardenillo’.

Por otro lado, en Valladolid debieron tener un buen médico en la Cárcel Real porque en el año 1601, de los 48 presos puestos a su cuidado, sólo murió 1 de las secuelas de la peste.

Además, se luchaba contra la enfermedad con las oraciones y para dar gracias por no sufrir la peste, como así ocurrió en Cuenca, a mitad del siglo XVII.

Fomento de la natalidad

En un intento de aumentar la tasa de nacimientos, el Gobierno eximió de impuestos a los padres que criaran 8 hijos o más. Estos prolíficos españoles fueron calificados irónicamente como hidalgos de bragueta.

En el Archivo Histórico se conserva un documento en el que un escribano da fe de lo siguiente, en el año 1643:

Portada de San Julián.
Portada de San Julián. / Archivo Histórico Provincial de Cuenca.

‘Yo, escrivano del Rey nuestro señor, y público del número de la ciudad de Cuenca y su tierra, certifico y doy fee, a los que el presente vieren, cómo por la misericordia de Dios, Nuestro Señor, esta ciudad está libre de peste y otro mal contagioso, y se guarda de las partes donde se entiende lo ay…’.

Y en ese documento se añade un grabado de san Julián, obispo de Cuenca, con una oración que dice así:

‘Julián, pues sois tan santo

y defensor desta tierra

rogalde a Dios que la guerra

zesse y oyga nuestro llanto’.

Entretanto, desde el Gobierno se aprobaron órdenes para algunos pueblos que ‘padecían contagio de peste y en los que se ha muerto el comercio’.

Como dijo el gran historiador Antonio Domínguez Ortiz, “el siglo XVII fue un período lleno de apasionantes aventuras intelectuales y artísticas”, en Europa y, por supuesto, en España, “y por otra parte, un siglo de grandes padecimientos y guerras desastrosas, de revoluciones que recorrieron prácticamente todo el ámbito europeo”. Uno de aquellos padecimientos fue la peste, enfermedad terriblemente contagiosa y mortal como acabamos de relatar.

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