V.I.T.R.I.O.L. “La Tumba del Papa Hereje”, es una extraordinaria y reveladora novela que cautiva desde el primer capítulo. La fórmula utilizada por el autor es una medida y comprometedora mixtura entre la aventura policíaca y la sorpresa que produce la profundización en detallados pasajes del conocimiento simbólico.
Para aquéllos que hemos conocido la novela desde sus albores, no es una sorpresa, tan refinada y absorbedora trama, ya que su autor, que escribe bajo el seudónimo de “George Wembagher”, es un incansable buscador que ha desarrollado un ingente trabajo de documentación “in situ”, visitando y rebuscando en la historia y el simbolismo de cada uno de los lugares y, por supuesto, las catedrales, que tan perfectamente describe. Es, sin duda, un espectador privilegiado, que goza con la enorme ventaja de sus vastos conocimientos sobre simbolismo y esoterismo, que no duda en compartir y que no podemos más que agradecer, comparta con nosotros.
El lector es impactado por la acción, por los personajes y por la narrativa y la descripción. La novela soporta perfectamente la lupa del más hábil investigador, que al principio escéptico, termina por sumergirse y dejarse llevar hasta el fondo de la trama, olvidando su desconfianza, por causa de la perplejidad de tan detallada exposición. Sorprendiendo el conocimiento de los ritos y su exposición, para que, sin desvelar sus más íntimos y reverenciados secretos, puedan ser entendidos por el lector, que descubre que existen y son ciertas otras formas de entender la historia, el conocimiento trascendente y el progreso personal.
Lo que más sorprende es cómo, no sin dificultad, el autor sale airoso del presumible tedio que, se nos antoja, podría ocasionar la acumulación de explicación simbólica y, contrariamente a lo esperado, nos hace disfrutar de ella, consiguiendo este resultado mediante la adecuada alternancia de simbolismo y aventura.
El protagonista de la novela Richard Guénon, que comparte un apellido nada casual (y que recomiendo al lector indague sobre su procedencia), vive una azarosa aventura en la pesquisa de su “hermano fraternal” y su propia búsqueda filosófica, avanzando por el rito, el descubrimiento de la arquitectura y el arte simbólico de las catedrales que tan generosamente se describen, despertando insospechadamente esos mismos intereses en el lector.
No faltan detalles de novela negra, siendo las características de los personajes, de entre los que destaca la Inspectora de policía Marina Vitelli, elaboradas y atípicas personalidades y unos comportamientos nada corrientes, cosa que agradece el lector, un tanto cansado de acciones previsibles y personalidades estandarizadas, que le hace desear que estos erráticos personajes se expresen, en la novela, con más asiduidad.
Siendo la primera novela publicada por el autor, sólo se puede concluir este prólogo con la esperanza de que, ni el autor, ni Richard Guénon, nos dejen de nuevo huérfanos y que sus aventuras continúen, “si es que así, ambos lo desean”…
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