noviembre 30, 2024

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Del martillo de Thor a la daga de Tutankamón

Iron dagger from the tomb of Tutankhamun, found between the mummy bands on the king's right thigh, on display in the Egyptian Museum in Cairo, Egypt Fotografía de Olaf Tauch (Wikipedia) CC

Diversos estudios científicos apuntan a que ciertas armas legendarias fueron fabricadas con material extraterrestre procedente de meteoritos.

En el primer capítulo de Herreros y alquimistas (1959), Mircea Eliade formuló una relación entre las míticas armas celestes de los dioses y la metalurgia primitiva procedente del hierro meteórico, que las últimas investigaciones geológicas, científicas y arqueológicas no dejan de refrendar, pues hoy no existe ninguna duda acerca del origen extraterrestre de numerosas armas de hierro fraguadas antes de la explotación de minerales ferrosos del subsuelo terráqueo.

En realidad, cuando apareció la primera edición francesa de Forgerons et alchimistes (1956), la mayoría de las fuentes geológicas de Eliade eran del siglo XIX, aunque su fastuosa erudición mitológica le permitió relacionar el palladion troyano y la Kaaba de La Meca con los hallazgos de hierro meteórico en tumbas de Creta y la piedra negra caída del cielo que los orácu­los ordenaron trasladar a Roma desde Pesinunte, tras la segunda guerra púnica. Las hipótesis de Mircea Eliade eran más persuasivas por poéticas que por arqueológicas: los aerolitos habían caído sobre nuestro mundo coruscantes de sacralidad y por eso fueron convertidos en hachas, martillos y lanzas que golpeaban con la fuerza del trueno.

En 2006, geólogos suecos descubrieron en el mar de Barents un enorme cráter submarino de 40 kilómetros de diámetro, frente a las costas de Noruega. Lo llamaron en homenaje al martillo de Thor, dios nórdico del rayo. La dimensión del cráter indica que el bólido que allí cayó debía de tener —al menos— dos kilómetros de diámetro y su impacto provocó un tsunami del cual hay evidencias geológicas, así como la diseminación de miles de fragmentos de hierro que los vikingos usaron para forjar armas que han aparecido en yacimientos de Escandinavia y Norteamérica, como el asentamiento de Point Rosee.

Por otro lado, uno de los objetos más misteriosos que Howard Carter encontró en la tumba de Tutankamón era una daga de hierro con mango y vaina de oro, cuyo material era incompatible con los objetos metálicos de la época. Sin embargo, aquel puñal dejó de ser una incógnita en 2016, cuando un equipo de científicos, geólogos y arqueólogos egipcios e italianos publicó en la revista Meteoritics and Planetary Science el artículo ‘The meteoritic origin of Tutankhamun’s iron dagger Blade’, donde quedó demostrado que la daga del faraón fue forjada con hierro extraterrestre, conclusión a la que los autores llegaron tras analizar miles de muestras meteóricas recogidas en un área de cientos de kilómetros alrededor de la tumba de Tutankamón, que compartían partículas con el puñal del faraón.

A diferencia de la época en que Eliade escribió Herreros y alquimistas, hoy la NASA ha creado un portal donde puede consultarse un inventario de los meteoritos que han impactado sobre la Tierra, lo que quiere decir que podríamos establecer la correspondencia entre mitos que hablen de “armas celestes” o “piedras del cielo” con las evidencias geológicas de restos de aerolitos. En los Andes y Mesoamérica, cronistas de Indias, extirpadores de idolatrías y antropólogos han recogido leyendas sobre “lluvias de piedras” o “armas divinas” que podrían tener su origen en fenómenos meteóricos.

Hoba —el meteorito más grande del mundo— se halla en Namibia, pesa 66 toneladas y su masa tiene 84% de hierro y 16% de níquel. Su forma elipsoide sugiere que impactó en el mar y que fue rebotando como un gigantesco guijarro hasta depositarse en África, donde fue descubierto en 1920. Si hubiera caído en otro lugar, habría armado a incas, faraones, emperadores romanos o guerreros vikingos.

FUENTES: EL PAIS.COM

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